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miércoles, 15 de abril de 2015

La Fundación

 
    Albert miró hacia la casa que dejaba atrás. La fachada era blanca y alta, como él. Las ventanas dejaban entrever la oscuridad de las habitaciones. Casi tan oscuras como sus ojos. Se puso su sombrero de copa y caminó hacia el carruaje que le esperaba. Se subió, cerró la portezuela y una fría voz femenina le dijo:
-Bienvenido, señor Jones. ¿Adónde desea ir?
-A la Fundación, por favor.
Con una ligera vibración, el carruaje se elevó y se metió en la carretera. Mientras miraba por la ventanilla, pensó en el pasado. Hacía ya tres generaciones que las cosas cambiaron. Antes había dos grandes grupos de personas: las antiguas y las modernas. Hacía mucho tiempo, todos vivían juntos y en armonía, junto a los robots. Pero unas cuantas personas pensaron que estaban acercándose demasiado a los robots. El número de personas que pensaban así aumentó, y para evitar una guerra nuclear, se separaron de los que no. El grupo de los antiguos vestía un mono antirradiación, impermeable, ignífugo, térmico, y con móvil integrado. Eran buenos amigos de los robots, y los trataban como a iguales. Los modernos, sin embargo, vivían como lo hacían en Londres en 1900. Respetaban a las mujeres por supuesto, no como aquellos trogloditas. Intentaban utilizar a los robots lo menos posible, aunque siempre hacían de sirvientes. Eran una clase inferior.
Sin embargo, los robots de los antiguos querían conocer mundo, y emigraron a donde vivían los modernos. Se negaron a trabajar como sirvientes, y los demás decidieron imitarles. Así que estos dos grandes grupos se fusionaron , y convivían con los robots. Al unirse, crearon la Fundación que velaba por los derechos de los robots y los humanos, además de ser un gran hospital. Y es que a algunos humanos querían ser como los robots.
-Señor Jones, hemos llegado.
Albert salió de su ensimismamiento y salió a la fría calle. Se paró delante del gran edificio que era la Fundación y cerró los ojos. Disfrutó de la sensación que le producía el frío, los latidos de su corazón, su respiración... Porque podía ser la última vez que disfrutara de esas sensaciones. Abrió los ojos, andó hacia la fundación y se preparó para dejar de ser humano y convertirse en robot.

    Historia escrita por Bahía

1 comentario:

  1. ¡Excelente relato, Bahía!. Me ha encantado leerlo. ¡Ánimo! sigue creando mássss. Besos. Mª Ángeles

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