Páginas

martes, 3 de junio de 2014

Fábula: Sebas el zorro


Érase una vez una pequeña granja alejada de cualquier pueblo o ciudad, donde se criaban gallinas, entre las que había una muy gorda que siempre le quitaba la comida a las demás. El dueño de la granja decidió separar a esa gallina tan grande y de las demás, para poder utilizarla en la cena de Navidad.
Para los zorros de la zona el objetivo principal era robar esa gallina fofa, que el granjero guardaba celosamente. Entre esos zorros había uno llamado Sebas, que tenía manchas en las patas, de forma que parecía llevar zapatos. Él estaba convencido de que sería el primero en conseguir robar la gallina, pues se creía muy astuto. Realmente era un zorro normalillo, que no era ni el más astuto, ni el más rápido, ni el más fuerte. Los demás zorros le habían ignorado siempre, pero al verlo tan altanero, decidieron bajarle de su nube. Todos se pusieron de acuerdo en que más valía darle una buena lección. El zorro les había contado el día que pensaba hacer la incursión para robar la gallina, pero ese día Sebas no lo hizo. Sebas pensó que posiblemente los otros zorros intentarían hacerle caer en una trampa (siempre habían sido unos bromistas), así que se fue allí dos días después. Los otros zorros habían estado esperando todos los días desde que se ponía hasta que salía el sol para tenderle la trampa a Sebas (eran muy cabezotas). Cuando le vieron llegar, todos estaban escondidos, y le siguieron hasta donde el granjero guardaba a la gallina. Sebas se coló, pues ya había preparado todo eso antes, y se acercó sigilosamente a la gallina... Cuando un sonido ensordecedor hizo que le zumbaran las orejas. Los otros zorros habían guardado unas sartenes cerca de allí para tocarlas cuando Sebas estuviera a punto de coger a la gallina, y así avisar al granjero sin que les cogieran a ellos. El granjero, efectivamente, se dio cuenta de que algo estaba pasando, así que cogió su escopeta y fue al corral de su querida gallina. Cuando vio a Sebas, éste estaba totalmente quieto, paralizado por la traición de sus compañeros, porque aunque fueran unos bromistas, aquello era demasiado. El granjero, sin pensárselo dos veces, le disparó.

Moraleja: más vale no ser altanero; acabarás siendo un colador lleno de agujeros.

Y COLORÍN COLORADO, ESTA SÁDICA FÁBULA HA TERMINADO.

Escrito por Bahía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario