Páginas

jueves, 12 de junio de 2014

La princesa que tenía sueño

Hace mucho mucho mucho tiempo, si, hace tanto tiempo, en un reino muy lejano, y si pusiese todos los “muy” este cuento nunca acabaría y tiene que caber en dos hojas, bueno, prosigamos , en esa tierra muy lejana, vivía una joven princesa, aunque tan poco era tan joven, era una cuarentona que como no se había casado pues seguía siendo una princesa, aparte de que el rey no se moría, lo cual empezaba a preocupar a la gente; dicha princesa no era de las  típicas “de increíble e incalculable belleza, con una larga y sedosa melena rubia que brillaba a la luz del sol y unos profundos ojos azules enmarcados con unas grandes pestañas” si no que era una princesa normalita. Bueno, normalita tirando para poco agraciada, pero recordemos que es una cuarentona, la cual tenía muchos gatos.
                                                
Desde hacía ya varios meses, un dragón, que tampoco era la típica “temible y feroz fiera escupe fuego con terribles garras afiladas”, si no que era más bien un dragón viejo y chocheante, atormentaba a el pequeño reino de la princesa cuarentona, al principio la princesa no tuvo problema con ello, ya que lo que pasaba fuera del castillo no le importaba, hasta que cierto día el dragón se fue a fastidiar la peña justo delante del castillo, lo cual fastidiaba bastante a la princesa cuarentona. La princesa mando a sus mejores guerreros a que acabasen con aquel dragón, aunque no hubo resultado si no alguno que el dragón ceno bien por fin un día y no tuvo indigestión por comer comida en mal estado, ya que los aldeanos comían muy poco ya que la mayoría de verduras que salían de la cosecha iban a parar al plato de la princesa.
Tras varios días sin poder descansar, la princesa se hartó y, cogiendo las armaduras de uno de sus caballeros y una de sus monturas, se dirigió velozmente hacía el dragón, aprovechando que estaba durmiendo en aquellos instantes. Se bajo del caballo y lo dejo a su suerte, con paso sigiloso camino hasta la bestia, alzo su espada bajo la luz de la luna y, en unos instantes, la espada se vio clavada en la frente del dragón, de donde salía un hilillo de sangre.

-Yo por poder dormir bien como dios manda M-A-T-O –dijo la princesa, entre risas que recordaban a las de un demente.
La fiera abrió los ojos, quedándose mirando a la princesa, mientras que con una de sus garras se quitaba la espada.
-Si querías dormir me lo dices y yo me alejo un poco del reino, todos sois unos brutos que no entendéis que yo necesitó socializar, hacer amigos ¡yo tengo derecho a tener amigos! -la voz del dragón no sonó tan profunda como se habría imaginado cualquiera- pero si vienes por las malas…-la bestia agarro a la princesa y se la trago así como así.

Luego el dragón tuvo una terrible indigestión ya que la cuarentona estaba caducada y se murió, lo cual dio comida al pueblo durante varios años.

 Fin

-¿A eso llamas cuento? –Dijo Arthur mirando a su tía- los cuentos tienen héroes, princesas a las que rescatar, monstruos y seres mágicos, aventuras inimaginables, no a una princesa cuarentona y dragones chocheantes.
-Cuando te ofrecí ver la película de la princesa prometida dijiste que no, y el cuento que te he contado es muy realista –dijo frunciendo el ceño, haciendo que se notasen aún más sus ya notables arrugas- y si no te vas a molestar a tu hermano mayor, que para eso están.
Y la joven tía de Arthur, bueno, no tan joven, se levanto y se marcho de la habitación, pensando que ya no volvería  a contarle cuentos a su sobrino, aunque sabía que no podría cumplir eso.

Versión original, escrita y publicada por: Laura.

1 comentario:

  1. Laura me encanta tu historia. Los cuentos no siempre tienen que ser con caballeros valientes y doncellas preciosas, prefiero el mundo al revés.

    BY: Angy ;)

    ResponderEliminar